Tanto el relato de viajeros y expediciones como las investigaciones de la arqueología han permitido identificar que en el pasado era frecuente la práctica de hacer “chenques” en la Patagonia. Era una particular forma de enterratorio humanos que desarrollaron los grupos de cazadores-recolectores. Consistía en una cobertura de rocas que generalmente se ubicaban en elevaciones del terreno.
Se ha tomado registro del trabajo realizado por investigadores del CONICET en convenio con la Universidad Nacional de Río Negro, la Universidad del Centro de Buenos Aires y de la Universidad de La Plata, que han identificado un chenque en el “sitio Gallucci”, que se ubica en la margen sur del Río Negro. El encuentro de algunos elementos culturales asociados permitió corroborar una edad relativa de las piezas recolectadas. Se determinó que los restos del esqueleto axial, que incluyen una clavícula, dos metacarpos y los peronés, formaron parte de un entierro primario simple, en chenque.
Ese tipo de sepulturas aparecieron en la Patagonia hace 1.500 años y sus ejemplos más recientes se extendieron hasta la época del contacto con los españoles “Los entierros en chenque forman un montículo, con forma ovalada y según la zona pueden contener un individuo, dos o diez. Este tipo de inhumaciones son bastantes tardíos en la historia de la región”, precisó la doctora Marien Béguelin, investigadora del Museo de La Plata y el CONICET. Según detalló, estos entierros son más habituales en la zona del Cuy y la línea Sur. Muchos de ellos aparecen con rastros de incendios, y por el momento se desconoce si es producto del vandalismo o de una práctica cultural.
El sitio Gallucci contiene al primer chenque reportado en el departamento General Roca ubicado en la provincia de Rio Negro, en la región del Alto Valle. Pero, ¿por qué no se encontraron sepulturas similares con anterioridad en esta zona? Para los investigadores, podría deberse al gran avance socio-urbano que se ha producido en los últimos 100 años.
“En bioarqueología dependemos de que hayan quedado evidencias. Una de las hipótesis que planteamos en el artículo fue que no había restos más antiguos porque la región no estaba habitada. Sin embargo, sabemos que había gente porque se encontraron otro tipo de restos líticos en el Valle, pero no seres humanos. Entonces, planteamos la posibilidad de que al ser una zona tan desarrollada se destruyó gran parte del patrimonio arqueológico”, expresó Béguelin.
Según la antropóloga, es posible que el Valle haya sido habitado desde mucho tiempo antes, como producto de las condiciones favorables para el desarrollo humano, en medio del clima extremo de la Patagonia.
Sobre cómo se denominaban estos grupos cazadores-recolectores es imposible determinarlo. “No es posible saberlo. Tal vez sería recomendable asociarlos por medio de algunos rasgos comunes, pero no tenemos otros entierros similares en el mismo sector por el momento”, explicó Romina Vázquez, del Instituto de Investigación en Paleobiología y Geología de la Universidad Nacional de Río Negro.
Cómo siguen las líneas de investigación
Los restos de una mujer hallados en el chenque, frente a la localidad de Fernández Oro, ciudad ubicada en el departamento de General Roca, continuarán bajo estudio. Entre las líneas de investigación en desarrollo, se encuentra una dedicada a determinar la movilidad en el territorio y la alimentación.
Los grupos cazadores-recolectores de la Patagonia se caracterizaban por ser grupos nómades. Sin embargo, la mujer hallada en la costa del río Negro habría tenido un estilo de vida presuntamente sedentario, o al menos, con una movilidad circunscripta a un pequeño radio. El dato surgió a partir de comparaciones isotópicas (el estudio de los átomos de un mismo elemento). Para la investigación se hicieron mediciones de los isótopos de oxígeno presentes en los diferentes tejidos. A partir de allí se los comparó entre sí y con datos del entorno, principalmente de cursos de agua. “En el caso de Gallucci he visto que las mediciones, tanto en dientes como en hueso, son similares. Esto hablaría de una vida en una misma zona”, señaló el criminólogo, Felipe Otero, que pertenece a la Universidad Nacional del Centro. Según el científico, estaría relacionado con la patología registrada en la forma de sus huesos. En cuanto a la dieta se concluyó que la persona se habría alimentado de flora y fauna nativa del Alto Valle. Ésta conclusión se llegó a partir del análisis de isótopos de carbono y nitrógeno. “Lo que nosotros observamos es que se trata de valores consistentes con los obtenidos de las plantas de la región. Lo cual refuerza la hipótesis de que esta persona no se habría movilizado grandes distancias”, afirmó Otero.
Fuente: Daniel Quilodrán, Diario Rio Negro