Por Alejandro Aguado*
Los antiguos tehuelches relataban casos de piedras que “caminaban” o se desplazaban por propia voluntad. Historias que fueron registradas por escrito y corroboradas por los viajeros occidentales que exploraron la región entre fines del siglo XIX y principios del XX.
Son muchos los testimonios de quienes aseguran conocer algunas de estas piedras andariegas que se revelaron a las leyes de la física y la geología. Estos ejemplares suelen despertar de su letargo cada cierto tiempo (meses, años, décadas), para desplazarse algunos metros. Detrás de si dejan trazado un surco que corrobora su movilidad. Se emplazan mayormente en los lechos secos de lagunas o en planicies de mesetas. Hay quienes afirman que se trata de elementos poseídos por algún Calcú (brujo indígena de carácter maligno).
Entre los lugareños despiertan una respetuosa curiosidad. Tal es así que hay quienes les plantan estacas a su lado para verificar cuánto, o si se han movido. Según la región de Patagonia, se las consideras malignas o no.
Los registros de su existencia se diseminan por todo Patagonia. Se afirma que si se las retira de sus lugares pierden sus propiedades, su capacidad de moverse.
Dibujante – Escritor. Cronista/Guionista
Extraído del libro “Patagonia fantástica. Seres e historias de las creencias populares actuales” de Alejandro Aguado. Editorial La Duendes, 2015